Dispositivo óptico cinético – 2024
Este trabajo es resultado del proyecto de investigación «Colaboraciones. Ejercicios de investigación-creación en diálogo sobre el cuerpo y el territorio» realizado al interior del grupo Precolectivo 5, del departamento Artes Plásticas de la Universidad del Cauca.
Este dispositivo análogo, de proyección de imagen animada, presenta la figura de un campesino, un raspachín de coca, en un ciclo continuo y repetitivo de caída, que, visto de manera invertida, esconde el gesto de raspar las hojas de la mata. En el diálogo entre cuerpo y territorio propuesto por el proyecto Colaboraciones, del cual esta pieza hace parte, este campesino que cae alude a un cuerpo sin territorio, despojado de la tierra: un cuerpo sin piso tiende a caer.
Oficios del despojo
“El cuerpo es el espacio primordial de la existencia, la casa del yo, y por tanto el lugar privilegiado de todas las operaciones interpersonales que la violencia desquicia y exaspera”. (Moraña 2021)
Representar el cuerpo del jornalero como engranaje de un dispositivo maquínico surge del intento de reflejar aquella complejidad de la que hace parte. El jornalero es el campesino sin tierras que se ve obligado a alquilar el trabajo de su cuerpo para subsistir, jornada tras jornada. El del jornalero recolector ha sido el régimen del cuerpo de los desposeídos en el campo. La siembre del café, en las montañas de Colombia, tiene su correlato en el ejercicio de los jornaleros que recoge el café: los granos se recolectan a mano, uno a uno, seleccionando aquellos que están maduros y dejando en la mata los que aún no están listos y que se recogerán más adelante. El gesto repetido pero fino, la destreza de seleccionar, arrancar y llevar a la bolsa los granos de café, moviéndose por montañas empinadas, permite al jornalero ir sumando peso a su recolección, porque al final del día lo que cobre dependerá del peso de lo recolectado. Una recolección menos discriminada, pero de gestos que guardan cierta similitud es la del raspachín de coca. En este oficio la planta de coca es raspada de todas sus hojas, rama por rama, a través de la fricción con las manos. La mata permanece para cargarse nuevamente de hojas, así tres o cuatro veces por año.
Pese a su apariencia de simple instrumento, de cuerpo despojado, cuya potencia se traduce a la repetición de unos cuantos gestos, no es posible comprender ese cuerpo con una representación simple. El cuerpo desposeído, el del jornalero y su reducida partitura de acciones, es posible entenderlo como resultado de un proceso histórico de despojo en el que confluyen actores locales y globales, políticas económicas y biopolíticas. Pero es también posible plantear la operación inversa. Este cuerpo desposeído no es un elemento simplemente pasivo, con poca agencia, sino una interfaz en la que se articulan y se hacen posibles las operaciones que soportan la existencia de grandes ensamblajes sociotécnicos. Así, ese simple gesto de raspar las hojas de la coca con las manos, sostiene un entramado por el que pasan desde las rutas globales de la industria química y los paraísos de blanqueo de dinero que aceitan la economía mundial, hasta una cultura de la hiperproductividad y el desenfreno que recurre a toda sustancia posible capaz de curvar la experiencia individual del tiempo y el espacio.